La historia parte así: tres ingenieros, entusiasmados por los videojuegos y la computación gráfica, fundando en los noventa una compañía que hoy lidera la revolución de la inteligencia artificial. Eso es, a grandes rasgos, la historia de NVIDIA.
Un comienzo en plena revolución de los 90
Corría 1993 cuando Jensen Huang, Chris Malachowsky y Curtis Priem notaron un fenómeno que estaba por explotar: los gráficos 3D. Mientras las PCs apenas podían mostrar sprites en 2D, los videojuegos empezaban a exigir un poder de procesamiento mucho mayor que el que ofrecía la CPU convencional. Así nació NVIDIA, con la misión de crear procesadores dedicados a tareas gráficas, dejando a la CPU libre para otras operaciones.
La apuesta, en ese entonces, era arriesgada: ¿Realmente hacía falta un chip específico para gráficos en 3D? Y, más importante, ¿habría gamers suficientes para sostener este mercado? Sus fundadores creían que sí. Y no se equivocaron.
El gran salto: de procesador “secundario” a protagonista
Primeros pasos con RIVA y la llegada de GeForce
A mediados de los 90, NVIDIA lanzó la línea RIVA (short de “Real-time Interactive Video and Animation”), acelerando la adopción de gráficos 3D. Pero el gran golpe llegó en 1999 con la GeForce 256, considerada la primera “GPU” tal cual la conocemos hoy: un chip no solo para dibujar polígonos, sino para “pensar” en paralelo, liberando al procesador central de buena parte del trabajo pesado.
Para la comunidad de gamers de PC, esto fue como pasar de la noche al día: juegos más fluidos, con mejor iluminación y texturas detalladas. Para NVIDIA, supuso un boleto directo a la cima de la industria gráfica, rivalizando con otras compañías que iban quedando rezagadas.
Expandiendo horizontes: más allá del videojuego
Del entretenimiento a las profesiones creativas
Con el éxito de GeForce en el mercado de consumo, NVIDIA empezó a pensar: ¿solo los gamers necesitan gráficos poderosos? Claro que no. Apareció entonces la serie Quadro, diseñada para profesionales de la animación, arquitectura, ingeniería o edición de video que necesitaban un rendimiento aún más estable y preciso. Así, los estudios de cine, las empresas de diseño y las industrias de fabricación encontraron en NVIDIA una aliada para llevar la computación visual a otro nivel.
La jugada maestra: CUDA (2006)
El golpe de genialidad llegó cuando NVIDIA presentó CUDA, una plataforma que permitía programar las GPUs para todo tipo de cálculos, no únicamente para generar gráficos. Esto fue como descubrir que tu “tarjeta de video” en realidad podía funcionar como un “mini-supercomputador” dentro del PC. De pronto, científicos que estudiaban ADN, modelaban el clima o simulaban reacciones químicas empezaron a usar GPUs NVIDIA para procesar en paralelo grandes cantidades de datos. Y con ello, la compañía se abría un universo enorme de aplicaciones.
El fenómeno de la inteligencia artificial
El auge del Deep Learning
Si CUDA había sentado las bases para usar GPUs en el campo científico, la llegada de las redes neuronales y el Deep Learning (aprendizaje profundo) disparó la demanda a niveles estratosféricos. Entrenar modelos de IA requiere múltiples operaciones simultáneas, algo que las GPU hacen casi de manera natural. De pronto, gigantes como Google, Facebook (Meta), Amazon o Microsoft necesitaban decenas (y luego cientos) de GPUs NVIDIA para entrenar sus modelos de reconocimiento de imágenes, lenguaje natural o sistemas de recomendación.
Esa explosión de IA convirtió a NVIDIA en el proveedor estrella de gran parte de la infraestructura mundial de centros de datos, consolidando su lugar no solo en el gaming, sino también en la informática de alto rendimiento y la inteligencia artificial.
Data Centers, vehículos autónomos y más
La compañía no se detuvo en IA “pura”. Entró también en la industria automotriz con proyectos de vehículos autónomos (NVIDIA Drive) y siguió ampliando sus horizontes para aplicaciones como la robótica (NVIDIA Isaac). Prácticamente cualquier sector que necesite mucha potencia de cómputo paralelo —desde la salud hasta la investigación espacial— se puede beneficiar de la tecnología de GPUs.
El modelo y la visión actual
- Hardware de altas prestaciones: GeForce para gaming, Quadro para profesionales, Tesla y HGX para centros de datos e IA.
- Software y ecosistemas (CUDA, SDKs): La empresa no solo vende chips, sino que proporciona herramientas para que los desarrolladores construyan soluciones sobre sus GPU.
- Enfoque en IA y HPC: NVIDIA es ya sinónimo de cómputo acelerado. Su apuesta va más allá de los videojuegos, posicionándola en el corazón de la transformación digital.
La evolución de NVIDIA
- Identificar el potencial: Empezaron con un nicho (gráficos 3D) y descubrieron que esa tecnología tenía aplicaciones mucho mayores en el futuro.
- Inversión constante en I+D: La innovación no se detiene al vender un chip; hay que seguir perfeccionando la arquitectura, mejorar el software y explorar nuevos campos.
- Crear comunidades: Con sus plataformas de desarrollo y programas de partners, NVIDIA impulsó que miles de investigadores y desarrolladores se subieran a la ola de la computación GPU.
- Ser pioneros en un terreno virgen: CUDA llegó antes de que la IA explotara, permitiendo que la compañía estuviera perfectamente posicionada cuando la demanda de cómputo paralelo se disparó.
Del “simple chip de video” a la punta de lanza de la IA
Lo que en los 90 parecía una apuesta de nicho, fabricar tarjetas para hacer que los videojuegos se vieran mejor, se transformó con el tiempo en la base tecnológica de la supercomputación, la inteligencia artificial y una infinidad de campos científicos y comerciales. La narrativa de NVIDIA refleja cómo la innovación continua y la capacidad de adaptación pueden llevar a una empresa a redefinir su mercado, y en gran parte, a reinventar la propia industria.
Cuando hoy oigas hablar del último avance en inteligencia artificial, de un superordenador que procesa millones de datos por segundo o de coches autónomos que “piensan” mientras conducen, es casi seguro que en el corazón de esa tecnología exista una GPU de NVIDIA haciendo el trabajo duro. Una prueba de que un inicio humilde, sumado a la visión de futuro y la constancia en la innovación, puede cambiar el mundo de formas que ni sus fundadores habrían imaginado.